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lunes, 28 de marzo de 2011

Viaje a la Costa ( TRAVEL LOG)


Mi querida amiga Nini, en ocasiones, cuando no está babeando fotos de James Franco o imitando un perezoso, tiene excelentes ideas. Y su última idea fue darnos un paseo por la zona costera de la VII región de Chile, la cual suele ser muy turística pero afectada por el tsunami del año pasado, aún no ha levantado cabeza ( y precios)

A un año del desastre, el paisaje, aunque sigue siendo hermoso, muestra las señales de nuestra tragedia nacional, pero también los signos de la recuperación característica del cabezón chileno. Para mí fue muy extraño e impresionante ver estos paisajes de primera mano: aunque algunos los conocía, eso sólo sirvió para enfatizar las diferencias y lo chocante e impresionante del desastre, sobre todo para alguien que, como yo, habiendo estado en el mismísimo centro del evento me perdí casi todas las partes más complejas, estando tremendamente protegida. A Dios gracias.

El paseo partió a las 6 de la mañana del sábado para mí, viajando con un pequeño polizón desde los Angeles a Concepción, 2 horas en bus, cargada con bolsito, cartera y bolsito de polizón ( más sobre el viajero Nº 3 luego) Estaba en el bus cuando recibí una llamada de Nini que parecía sacada de Pinneaple Express:

(ringtone de Nini: here comes the hotstepper)

Yo: Ah?
Nini: Oye… el auto no parte. Se murió la batería…*
Yo: Ah?
Nini: Pues… se murió, voy a esperar algún chofer del hospital que me la carge…
Yo: Voy a tener que esperarte hasta la hora del XXXX con el polizón en el XXXX rodoviario de Conce?!
Nini:… es que se murió la batería… tómate un café… ya voy…

( de la vida real, cualquier parecido al estúpido diálogo casi idéntico en Pinnaeple es pura coincidencia, sobre todo respecto al estado de temperancia de las autoras)

Nini llegó a la cafetería del rodoviario de Conce cuando yo ya llevaba un capuchino en el cuerpo ( un café con crema para los extranjeros: no follo sacerdotes, yo) y desayunamos las 2 ( las tres) antes de partir carretera arriba en el auto de Nini, ya super-baterizado.

Antes de mediodía ya habíamos entrado a la zona costera, empezando por Cobquecura, un extraño pueblo colocado en un explanada ante el mar, muy bajo y cuadrado, extremadamente seco por el viento, con una enorme playa recta y con olas grandes.



Paseamos por la playa, y encontramos un café-restaurante muy pintoresco, de forma hexagonal, cuyo dueño literalmente se esforzó para alimentarnos con nuestro segundo desayuno ( como hobbits) como si fuéramos sus hijas. Tragamos pan tostado, torta de hoja y café muy rico.


Se llama la Loberia, y se refiere a una gran roca justo enfrente en la costa que se llena de lobos marinos exhibiendo sus gordos y castaños vientres al sol.





Seguimos camino muy cerca de la costa por un camino de tierra, el cual nos deparó hermosos golpes de vista, pero a medio camino nos empezó a preocupar la precariedad de la ruta y lo abandonado de la zona, así que me bajé muy valiente y me asomé a una enorme casona roja en el medio de la nada.



Sí, era igualito a película de terror, faltaba la motosierra… y una simpática señora me explicó que íbamos bien por el camino, y nos dio indicaciones para no perdernos en la cuesta, la cual al medio día estaba sombreada por bosques y cruzada por senderos de forestales.



La bajada hacia el mar nos deparó hermosos golpes de vista, incluyendo varias casa de adobe de más de cien años, incluyendo esta casona aún ocupada, y vistas del mar desde un mirador con todo el sol de la tarde.




Nos detuvimos en la bajada, en Tregualemu a tomar fotos: y ahí está nuestra polizona, mi gatita negra llamada Mattie, que tiene solo unas semanas y como no come sola, no podíamos dejarla solita…

Al llegar a Pelluhue, bajamos a tomar fotos y encontramos una diminuta perrita, negrita, frente al memorial por tres muertos del tsunami: las dos la pensamos abandonada: buscando los dueños, llegamos a un restaurante en reparaciones, en donde nos contaron que habían visto a una perra con varios perritos, así que asumimos que se había quedado atrás. La aceptaron y van a cuidarla allí, en donde asumo que es bastante bueno ser la perrita de un restaurante!!

Seguimos camino- y ahí sí nos perdimos por un rato: varios puentes están caídos aún, así que hay puentes temporales y desvíos, así que nos costó encontrar el camino- y llegamos a Curanipe, un lugar muy castigado por el terremoto y tsunami pero con una hermosa plaza. El mar llegó hasta el mismo borde!!


Ya teníamos un poco de hambre, pero decidimos esperar hasta llegar a Constitución, uno de los puertos más bonitos, a la altura de la capital provincial en el mapa.





La costanera está completamente rehecha, y les quedó bellísima, pero nos impresionó un poco ver los restos de un restaurante que el agua se llevó completo, y los de un hotel antiguo, que descansa allí en un hermoso mirador, en ruinas: me tomé fotos en la escalinata, sin poder evitar imaginarme ese hotel el 1940…



Me comí un enorme mariscal ( mariscos frescos en limón, incluyendo camarones) y pescado frito: Nini prefirió su pescado con papas fritas,en frente de1 nar y nos fuimos muy llenas ( los platos eran enormes!!) camino a Curicó, nuestro destino para hacer tuto.




Se nos hizo de noche, y a pesar de que llevábamos mucho animo ( ibamos cantando Hot Mess en el auto) y la ruta estaba despejada, nos entró sueño ( a mí sobre todo) paramos en Licantén y una señora nos regaló agua caliente para tomar café ahí sentadas en el auto, y seguimos, cruzando algunos tramos negros como noche sin luna.

Estábamos un pelito asustadas, pero llegamos rápido a Curicó, en donde nos pusimos a buscar hotel/motel/hostal lo que fuera. ( unos taxistas a los que les preguntamos nos tomaron el pelo hasta cansarse, querían “ acompañarnos”… hombres calientes….) Yo encontré un hostal de aspecto precioso, con puerta de cristales y aspecto de antigua casa chilena, peeero nos abrió un tipo que hubiera inquietado a Anthony Perkins, y tras insistir por tercera vez si andábamos “ solas” lo mandamos a freír espárragos y nos fuimos a seguir buscando. Encontramos un hotel muy económico, y aunque obviamente no aceptaban animales, camuflé a la diminuta Mattie dentro de mi parka y la pasamos de contrabando.

El agua salía helada en la ducha, eso sí. Dejamos la tele puesta para disimular los maullidos de la gatita, le dimos su leche y caímos exhaustas.


A la mañana siguiente, la leche de la gatita se había echado a perder y ella bramaba a toda voz por su desayuno. La camuflé de regreso a su caja de transporte en el auto, y nos fuimos al buffet en donde suplicamos por un poco de leche en una botellita. Con eso le dimos desayuno a la princesita, y tras comer, nos fuimos de visita al mall de la ciudad, que aunque pequeño tiene una estructura adorable, largo y muy cuidado, con un deje de arquitectura de la zona

Nini: Yo no le veo nada especial… harto feo tu mall.

*ahem* hecho eso, intenté comprarme unos pantalones los cuales resultaron valer el doble del precio marcado, y encima tenían botones al lado contrario, como para zurdos! (snif… no me los compré) y desayunamos ( segundo desayuno) en el mall ( Nini se devoró una canasta de frititos) partimos de regreso a Concepción. La carretera central, siendo muy recta y expedita, abreviaría nuestro viaje a aprox cuatro horas: pero pasamos a almorzar (5 de la tarde) a un restaurante, que aún servido por la controversial Villa Baviera, tiene una bratwurts ( embutido blanco) y puré con pimienta para morirse, además de ser muy muy bonito.


Tragamos con gusto ( yo le añadí un pisco sour, un trago de limón) y seguimos adelante, sin más que paradas para estirar las piernas o tomar alguna foto, hasta llegar a mi casa en Los Angeles.

Creo que Mattie duplicó su peso en el viaje. Nosotras… probablemente también algo ;)
Ojalá les gusten las fotitos!! Nos divertimos mucho!!

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